La era de Andrés Guardado en la Selección Mexicana llegó a su fin

La era de Andrés Guardado en la Selección Mexicana llegó a su fin
Guardado peleando un balón con Andrea Pirlo en la Copa Confederaciones 2013. (Claudio Villa/Getty Images)

La era de Andrés Guardado en la Selección Mexicana llegó a su fin como un aviso burocrático que únicamente necesitaba formalizarse. Él ya había dicho, previo al Mundial de Qatar, que no habría mañana para él. Todo quedaba en la Copa del Mundo. Y la fortuna eligió que su última aparición mundialista fuera también la peor colectiva e individualmente: no se superó la fase de grupos y El Principito apenas pudo jugar mediotiempo contra Argentina.

Esa fue la última vez que Guardado habrá vestido la playera del Tri. No hay más: el reloj hizo su trabajo. Pero sería demasiado injusto recordarlo así. Ningún jugador es solamente su fotografía final. Pero a veces la narrativa del futbol tiene que ser así. Por eso Zidane cerró sus libros con aquel funesto cabezazo a Materazzi en el Olímpico de Berlín. Y lo último que se vio de Guardado fue ese tirón que lo llevó a pedir su cambio cuando el partido contra Argentina estaba más caliente que nunca y cuando él le estaba haciendo una pegajosa (y eficiente) marca a Messi.

Pero Guardado es mucho más que ese momento, mucho más que todos los reproches que se le hicieron en los últimos años —aunque, en realidad, su nivel nunca decayó como para decir que estaba acabado—. Cuando llegó a la Selección Mexicana en 2005 su llamado pareció una locura anécdotica. Pero eso no le importó a Ricardo La Volpe, que lo llevó al Mundial de Alemania 2006. Ya ahí hubo interés del futbol europeo. Del Real Madrid Castilla, sucursal del Real Madrid.

“Me buscaron para ir al Castilla durante seis meses y ver mi evolución, y si podía dar el salto al primer equipo. Pero bueno, en aquel momento había jugado un Mundial y mi equipo por aquel entonces no creía que debiera ir a un filial, aunque fuera el del Real Madrid”, recordó en una entrevista con UEFA. Tuvo la paciencia precisa, porque la oferta era tentadora: aunque fuera la filial, el Madrid es el Madrid. Cualquiera podría retirarse tranquilo del futbol contando por la vida que algún día vistió, en algún nivel, una camiseta oficial de los blancos.

Pero Guardado aspiraba a otra cosa, a ser importante de verdad. Y por eso se marchó un año después a La Coruña, para jugar con el Deportivo. Ahí estuvo de 2007 a 2012 y lo aguantó todo: un sinfín de lesiones que mermaron su crecimiento y, sobre todo, un triste descenso en 2011 que, aparentemente, lo alejaba de la élite europea. No fue así. Guardado acompañó a su club a la Segunda, participó en el ascenso aunque ya tenía un contrato con el Valencia y continuó sus andanzas en el futbol más competitivo del mundo.

Y vinieron años turbulentos. No le fue bien con los naranjeros y partió a Alemania con el Bayer Leverkusen, en donde no pudo ganarse un puesto. Todo parecía cuesta arriba hasta que pasaron tres cosas, todas juntas: el Mundial de Brasil 2014, primera competencia en la que jugó como centrocampista (había sido volante, carrilero y lateral; siempre con la banda como zona delimitante), y un fichaje salvador por el PSV Eindhoven. Y hay que decirlo: el PSV es histórico y grande, pero no es un equipo millonario ni poderoso.

Sin las presiones que se le adjudicaban cuando era joven, esas que versaban sobre llegar a un equipo “grande”, Guardado mostró lo mejor de su futbol. Fue campeón en su primer año y se ganó el corazón de la afición: le hicieron un mosaico con los colores de la bandera mexicana y le dedicaron un mensaje único: “Andrés Guardado, nuestra águila de oro mexicana tiene que estar en el PSV Eindhoven. Nuestra casa es tu casa, Andrés”.

Era querido y admirado en Eindhoven, pero su gen competitivo lo llevó al Betis en 2017, como una búsqueda de la mayor exigencia posible en el futbol español, en el que tenía una deuda pendiente tras la amargura de Valencia. Y la saldó a lo grande: en seis años se ha convertido en figura y uno de los capitanes béticos. Todo coronado por la Copa del Rey ganada el año pasado. No ha ganado muchos títulos, pero los pocos que tiene son de un valor enorme.

Hugo Sánchez jugó en el Madrid, Rafa Márquez en el Barcelona y Chicharito en el Madrid y United. Todos ellos, equipos poderosos y millonarios. El podio de jugadores mexicanos en Europa es de esos tres. Pero ninguno puede presumir la longevidad de Guardado en el Viejo Continente: 16 años y contando en Europa (Sánchez jugó trece años; Márquez, doce; Hernández, nueve). Y ese es su mayor mérito y por el que no debería ser olvidado: demostrar que no hay que jugar en clubes todopoderosos de Europa para ganarse respeto y admiración.

Fuente: Yahoo Deportes / Omar Peralta

Angel Rosas

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